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Tras la agradable mañana que pasamos en compañía de Ángel Rodríguez y su ganadería de vacas retintas nos dirigimos a Segura de León, uno de los pueblos mágicos de Extremadura.
Tan solo nos separan 15 kilómetros de Segura de León y de nuevo vuelven a acompañarnos todo el recorrido los campos de olivos, alcornoques y encinas tan característicos del sur de la provincia de Badajoz.
Es agosto y, aunque se acusa la sequía, los campos muestran su mejor perfil con el sol de la mañana.
Algún balido lejano de los rebaños de ovejas y numerosas piaras de cerdos ibéricos rompen la serenidad de una carretera poco transitada.
Su castillo, fortaleza construida por la Orden de Santiago entre los siglos XIII y XIV, nos recibe desde lo alto, divisándolo todo y parece que el pueblo al completo, ese bello entramado de calles empinadas y casas blancas vive tranquilo a los pies de su imponente vigía.
Aparcamos cerca de su Plaza Mayor, con gran actividad y bullicio a media mañana debido a la existencia de un mercadillo y ser el centro neurálgico del comercio y las actividades administrativas de Segura. En la puerta del Ayuntamiento conversamos unos minutos con Isabel Garduño, alcaldesa de la localidad, orgullosa de su pueblo se muestra cordial y colaboradora al saber de nuestra intención de crear algunas propuestas turísticas en la comarca.
Los segureños son conscientes de su patrimonio y se sienten orgullosos de cuidarlo y mostrarlo a todo el visitante que se acerca a la localidad.
Tras nuestra charla con la alcaldesa, nos dirigimos a la oficina de turismo, donde Estela, amable y profesional, nos ofreció una valiosa información acerca de todo el patrimonio que posee Segura de León y de las actividades lúdico-culturales y deportivas que se pueden realizar en el municipio y sus alrededores.
Nuestro recorrido por Segura de León concluyó con la visita a la tienda y fábrica de Embutidos Romero, empresa familiar dedicada a la elaboración y venta de embutidos y productos del cerdo ibérico.
Su dueño, Francisco Romero, muy amablemente nos mostró donde realizan los despieces y envasados para terminar en la planta del sótano donde se curan cientos de paletas y jamones de cerdo esperando su maduración justa para llegar al comensal. Probamos varias de sus chacinas y quedamos maravillados por sus adobos y sus puntos de curación.
Durante todo este recorrido estuvimos rodeados de campos de encinas y alcornoques y olivos, dibujando un paisaje extremeño de gran belleza y deseando acoger con la hospitalidad de sus gentes al visitante que quiera descubrir una Extremadura menos masificada y que busca un “turismo slow” donde disfrutar sin prisas.
¿No querrías ser uno de ellos?
Consulta nuestras experiencias por el suroeste de Badajoz y déjate sorprender.